Los materiales más ecológicos utilizados en construcción

El 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de la edificación, según datos del último informe Green Building Council España. Una situación que demanda soluciones tanto en los arquitectos como en las empresas constructoras: soluciones de sostenibilidad de calidad que permitan disminuir las toneladas de CO2 y otros GEI que inundan el medioambiente. Entre ellas, la elección de materiales para la construcción que resulten mucho más ecológicos que los materiales utilizados tradicionalmente como el hormigón o el ladrillo. Como vamos a descubrir a continuación, decisiones de este tipo pueden marcar una gran diferencia para el planeta. Los materiales sostenibles tienen el potencial de cambiar el escenario. Y contamos con varias alternativas: 

La madera 

Es el material de construcción ecológico por excelencia. Y debido a varias razones. La primera de ellas es que, cuando procede de bosques de gestión sostenible, tiene un impacto de adquisición mínimo sobre el medioambiente y dispone de una tasa de renovación adecuada. La segunda de ellas es que es un material aislante, lo que genera edificios con menor fuga ambiental y en consecuencia edificios que ahorran en calefacción durante el invierno y en aire acondicionado durante el verano. La tercera de ellas es que la madera tiene el potencial de fijar CO2 y evitar su liberación a la atmósfera. Además, la madera produce espacios biofílicos en los que las personas se sienten mucho más relajadas. 

La celulosa 

La suma de la voluntad ecológica y la inventa tecnológica produce toda clase de soluciones. Y una cada vez más utilizada es la de la celulosa, el material fabricado a partir de papel de periódico reciclado sometido a sales bórax. Sus cualidades incluyen un uso de la energía y de recursos muy por debajo del que hacen los materiales convencionales, una baja conductividad térmica que equilibra las temperaturas en el interior del  edificio, un coeficiente de aislamiento acústico muy por encima de los aislamientos tradicionales y, además, gracias a la exposición a las sales, propiedades ignífugas, insecticidas y antifúngicas. Sin duda uno de los materiales más recomendables para reducir las emisiones GEI. 

El barro cocido 

A primera vista, ninguna persona ajena a los conocimientos arquitectónicos apostaría por el barro como material de construcción. Suena muy poco estable. Sin embargo, la realidad es muy diferente: el barro cocido a temperatura inferior a 950ºC y sometido a tratamientos naturales le proporciona a los arquitectos una amplia gama de soluciones. En concreto, se emplea en muros, fachadas ventiladas cerámicas, bóvedas, tejas o celosías, entre otros elementos. Y se hace porque el barro cocido ofrece gran aislamiento, baja radioactividad, alta capacidad para absorber humedad y mucha seguridad. Pero, por encima de todo, ofrece sostenibilidad: es muy fácil tanto de reutilizar como de reciclar. 

Plásticos menos contaminantes 

La construcción de edificios no puede depender exclusivamente de un material. Los arquitectos y diseñadores necesitan distintas alternativas para cubrir todas las necesidades existentes. En ese sentido, aún requerimos de materiales tradicionales como los plásticos para crear casas y oficinas, especialmente para las redes de saneamiento de aguas residuales y de abastecimiento de agua. Pero hay una solución: usar versiones más ecológicas de esos materiales clásicos. En el caso del plástico, se trata de sustituir el policloruro de vinilo o PVC por el polipropileno (PP), el polibutileno (PB) o el polietileno (PE), mucho más respetuosos con el medioambiente. 

Hormigón menos contaminante 

El mismo proceso puede y debe realizarse con el hormigón. El material original cuenta con más de cien años y, como ya hemos indicado, tiene tasas de contaminación mucho más elevadas que las de la madera, la celulosa o el barro cocido. Sin embargo, en los últimos años ha crecido el uso del hormigón autorreparable, una versión que contiene unas microcápsulas que, en caso de fisura del material, se rompen para repararlo.  De esta manera, la vida útil del hormigón se incrementa considerablemente, reduciendo así la necesidad de sustitución y por lo tanto el coste energético y de recursos. No importa el camino. Importa que conduzca a una reducción de la huella de carbono. 

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