Arquitectura maximalista: la nueva tendencia para oficinas
Los primeros años del siglo XXI han estado marcados por la predominancia del minimalismo. Especialmente dentro de la arquitectura y del diseño interior de los espacios. La premisa era muy sencilla: menos es más. Una premisa que ha penetrado en los hogares, los espacios públicos y, por supuesto, también en las empresas. No obstante, el ambiente más inmediato parece apuntar en la dirección contraria: expertos y estudios de arquitectura comienzan a hablar cada vez más sobre la arquitectura maximalista, una propuesta-respuesta de valores estéticos y de fondo muy diferentes, pero con grandes beneficios tanto para las personas como para las organizaciones.
Características de la arquitectura maximalista
La arquitectura maximalista es ante todo una celebración del exceso. Las formas geométricas básicas del minimalismo se transforman en formas mucho más creativas que convierten la oficina en un espacio más divertido, más dinámico y más vivo. Una forma, dicen quienes ven la arquitectura desde una perspectiva neurológica, de estimular la imaginación y potenciar la innovación dentro de las empresas. Pero no solo son las formas: el maximalismo tiende a utilizar colores vibrantes y estampados llamativos que proporcionan mucha personalidad a los espacios, lo que favorece la identificación de los trabajadores con los mismos. Es un impulso a la cultura de cada empresa.
Además, y a diferencia de la apuesta por el espacio libre que tiene lugar en el minimalismo, en el maximalismo abundan los elementos para la decoración. Tanto aquellos propios de la arquitectura, como las molduras muy elaboradas o las cenefas extravagantes, como aquellos propios del diseño de interiores, como los cuadros, las esculturas o los textiles. Es habitual encontrar en los espacios maxis una mezcla muy variada de texturas que van desde la madera tallada al ladrillo expuesto, pasando por el terciopelo, la lana o el plástico. En cierto sentido, el maximalismo colinda con el eclecticismo. Da lugar a entornos vivos que parecen no haber sido planificados al milímetro.
Por último, y aunque esto tiene mucho más que ver con el diseño que con la arquitectura en sí, la oficina maximalista gusta de usar mobiliario grande, elaborado y con detalles intrincados. Es frecuente hallar mesas con muchos adornos, lámparas muy notorias, tapicerías muy ricas en colores y una gran variedad de asientos. La premisa aquí también es sencilla: más es más, puesto que favorece la calidez, la libertad visual y la individualidad sana. De hecho, esta promoción de la individualidad es uno de los principales beneficios del maximalismo. Le permite añadir elementos a la ecuación sin las limitaciones propias del minimalismo o del clasicismo. Pero hay muchos otros más.
Más beneficios de la arquitectura maximalista
La falta de restricciones estrictas hace de la arquitectura maximalista una mina de oportunidades tanto para arquitectos y diseñadores como para los propios trabajadores que ocupan el espacio. La expresión personal se revaloriza. Los gustos individuales toman relieve. Pero también es un modo de las organizaciones de estimular, a través de lo visual, a quienes trabajan en sus oficinas. Después de todo, todos esos inputs dan inspiración y predisponen a pensar de una manera menos ortodoxa. Ese es probablemente el mayor beneficio del maximalismo para las empresas: pueden obtener ideas rupturistas con mayor facilidad. Y estas ideas son las que cambian el juego. Valen oro.
Por otro lado, la oficina maximalista es una oficina opulenta que suele generar muy buena impresión en los visitantes. Algo muy relevante a la hora de seducir a potenciales clientes. Son entornos que quedan guardados en la retina. Que ayudan a relacionar a la empresa en cuestión con la excentricidad entendida de una manera positiva. Al fin y al cabo, los clientes buscan soluciones que no puedan ofrecerle los demás. Para terminar, cabe subrayar la familiaridad que terminan transmitiendo las oficinas maximalistas a los trabajadores y visitantes, lo que se traduce en un mayor sentimiento de pertenencia, una mayor estabilidad emocional y en consecuencia un mayor rendimiento.