Neuroarquitectura, la arquitectura que viene
Las oficinas y los espacios de trabajo evolucionan cada vez de una manera más rápida y eficiente. Adaptar el espacio a las necesidades de los usuarios es imprescindible para alcanzar el éxito como empresa.
Pero, ¿cómo identificar las necesidades de los usuarios? ¿Cómo conseguir que el resultado sea exitoso? La respuesta es más sencilla de lo que crees y es que neurociencia y arquitectura van de la mano en este camino, en una disciplina conocida como neuroarquitectura.
La neuroarquitectura tiene como función principal crear espacios para la felicidad, el bienestar, la productividad y la calidad de vida. Dando vida a edificios que reduzcan el estrés y la ansiedad de quienes lo utilizan. En esta disciplina arquitectos y neurocientíficos trabajan mano a mano con el objetivo de diseñar espacios centrados en el funcionamiento del cerebro de quienes lo ocupan.
Las personas pasan la mayor parte de su tiempo dentro de edificios. Este hecho hace indispensable la necesidad de crear espacios más humanos y saludables, que respondan a las necesidades de quienes los ocupan. Estas necesidades pueden ser tanto estéticas como simbólicas, y es ahí donde entra en juego la neuroarquitectura.
La neurociencia puede mapear el cerebro de manera que se puede comprender qué estimula a la persona, qué cosas lo activan o cuáles no le gustan. De este modo, es posible saber si la arquitectura del edificio inspira calma o ansiedad a sus usuarios, si las proporciones son óptimas o si la entrada de luz es la adecuada. Además de tener en cuenta qué elementos producen en el cerebro un efecto de colaboración o de búsqueda de intimidad.
Teniendo todo esto en cuenta es posible crear edificios de oficinas en los que los usuarios se sientan 100% cómodos, evitando por ejemplo ángulos muy marcados ya que generan estrés, favoreciendo la creación de espacios rectangulares puesto que reducen la sensación de espacio cerrado o aportando una luz artificial con la que los usuarios se sientan cómodos.