La neuroarquitectura: cómo la mente condiciona el espacio
Pasamos entre el 80 % y 90 % de nuestro tiempo en espacios cerrados. Sin embargo, apenas cuestionamos cómo el diseño de estos espacios influye en nuestra salud física y mental. Por eso, en los últimos años hemos visto afirmarse la neuroarquitectura, una nueva rama de la arquitectura que se fusiona con la neurociencia.
¿En qué consiste?
Esta disciplina nació en 1998 por mano de Fred H. Gage y Peter Eriksson, dos neurocientíficos que descubrieron cómo el cerebro humano es capaz de producir nuevas neuronas en la edad adulta con un entorno que lo estimule.
Pero es en la actualidad cuando esta ciencia ha alcanzado su máxima popularidad, gracias a la creciente tendencia de diseñar espacios que incluyan elementos capaces de incidir en manera positiva en el estado de ánimo, sentimientos, energía, bienestar, concentración y hasta productividad de las personas.
En definitiva, la neuroarquitectura busca entender cómo el entorno que vemos influye en nuestras emociones, en lo que sentimos, en nuestro estado de ánimo y/o en cómo nos comportamos.
Los fundamentos
La neuroarquitectura se basa en algunos principios clave a la hora de diseñar espacios:
-
Iluminación: contrariamente a la luz artificial, la luz natural crea un ambiente agradable que favorece la concentración y reduce el estrés.
-
Zonas verdes: plantas, jardines ayudan a reducir el estrés diario. De hecho, el contacto con la naturaleza genera una reacción automática de relajación en el cerebro.
-
Altura de los techos: influye en la concentración y actividades de las personas. Así, los techos altos son adecuados para las tareas más creativas, mientras que los bajos favorecen un trabajo de carácter más rutinario.
-
Colores: condicionan el estado de ánimo de las personas. Por ejemplo, tonos cercanos a la naturaleza como verdes, azules y amarillos reducen el estrés, aumentan la sensación de confort e inciden sobre la percepción del espacio como un edificio saludable. Por otro lado, los tonos cálidos como el rojo captan la atención del receptor, por lo que se recomiendan en tareas que requieren de mayor concentración.
-
Elementos arquitectónicos: los ángulos o las formas arquitectónicas influyen en el cerebro del ser humano. Los ángulos marcados de las edificaciones favorecen la aparición de estrés o ansiedad frente a las curvas o contornos suaves, que generan una sensación de seguridad y comodidad.
En los espacios de trabajo
Hoy, las empresas que se preocupan por crear entornos que generen bienestar y confort para los trabajadores. Por ejemplo, en los espacios de coworking donde se introducen elementos como el cromatismo o phone booth se fomenta la concentración, la calma de la mente y se evitan distracciones.
También la presencia de la naturaleza en interiores con plantas o materiales naturales como la madera, la piedra, agua o la cercanía al poder verla a través de una ventana, baja los niveles de ansiedad y de estrés.
Es evidente que el espacio tiene un gran poder sobre el cerebro y que el bienestar de las personas está estrechamente relacionado con el entorno donde desarrollan su día a día. Por eso, aplicar los principios de la neuroarquitectura nos ayuda a tener espacios más centrados en las personas y en sus emociones.