La arquitectura también puede ayudar a sanar

Decir que la arquitectura también ayuda a sanar puede sonar de entrada grandilocuente e irreal. Pero si analizamos lo que realmente puede aportar este arte a un paciente, nos damos cuenta de que para nada es una idea descabellada.

De entrada, hay que decir que vincular la arquitectura con la recuperación de los enfermos no es un concepto nuevo surgido con el nuevo milenio. La idea cobró especial importancia sobre todo en la década de los 80. En 1986, la investigadora Gabriela Campari, ya explicaba que el bienestar físico no se ciñe únicamente al sector sanitario, sino que está relacionado con otros ámbitos, también el arquitectónico.

Incluso, muchos años antes, en la década de los años 30, ya había arquitectos que por primera vez pusieron sobre la mesa conceptos sanitarios a la hora de levantar un edificio. Muy básicos ciertamente, pero que en esa época suponía algo totalmente novedoso. Por ejemplo, se dieron cuenta de la importancia de la circulación del aire y de la luz natural. Fueron Berthold Lubetkin o Alvar Aalto que, bajo estas ideas, levantaron el Finsbury Health Centre en Londres y el Paimio Sanatorium en Finlandia respectivamente. El Dispensario Antituberculoso de Barcelona, construido asimismo en la década de los 30, también seguía estos conceptos más pensados en las propias personas.

Por tanto, en mayor o menor intensidad, siempre ha habido interés en que la arquitectura pueda aportar su granito de arena en la mejora de los pacientes. Por ejemplo, el arquitecto Daniel Bonilla tiene claro que la recuperación de los enfermos tiene relación con el diseño, a través de crear lugares más amables para sobrellevar la enfermedad. Bonilla explica que el gran cambio en las últimas décadas ha sido el de pasar de proyectar hospitales puramente funcionales a unos con unos conceptos más humanos, con una atmósfera más agradable. Este cambio de paradigma fue el que propició el concepto de ‘Wellness Architecture’.

Y varias son las ideas que aglutina y le dan forma. Por ejemplo, Sonia Cedrés de Bello, en su artículo ‘Efectos terapéuticos del diseño en los establecimientos de salud’, explica la importancia de la luz, tras un estudio realizado en Pennsylvania sobre las dimensiones de las ventanas de los cuartos de hospitalización, determinando que es un factor fundamental para mejorar los tiempos de recuperación de los pacientes hospitalizados por cirugía.

Otro es la naturaleza. Una investigación en Canadá puso de relieve la mejora que tenían los pacientes ubicados en un edificio con patios de diseño paisajístico, ya que necesitaban hasta un 40% menos de analgésicos y píldoras para dormir, en comparación con los ubicados en la parte más antigua del hospital. También el color de las estancias puede ayudar a reducir el estrés no sólo de los propios pacientes, sino también el de sus familiares. Por ejemplo, el color verde, según la cromoterapia, es un color sedativo que ayuda a disminuir la tensión sanguínea y calma el nerviosismo.

El arquitecto Michael Murphy es quizás uno de los que más ha dado a conocer el concepto Wellnes Architecture, al entender la arquitectura siempre como un motor de cambio, vinculada a la sostenibilidad en todo momento.  “Los edificios hacen visibles nuestras aspiraciones personales y colectivas como sociedad. La gran arquitectura nos puede dar esperanza; la arquitectura puede curar”. En Youtube encontramos diferentes charlas suyas, que son una buena forma de profundizar más sobre esta idea.

Sin duda, es un tema de interés que en el fondo se resume, simplificándolo mucho, en los beneficios que aporta el hecho de humanizar la arquitectura, de situar a las personas en el centro de cada proyecto. En este escenario es cuando tiene realmente sentido y sus beneficios se multiplican.

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